jueves, 7 de mayo de 2009

MARÍA Y MARTA, buscar primeramente el Reino de Dios

Jesús y sus discípulos llegaron a la casa de Lázaro, María y Marta cerca de la hora de la comida. En la Biblia no se hace mención de la forma afectuosa en que seguramente se saludaron, pero sí está consignada una importante lección que Jesús impartió durante esta visita.

Leamos parte de la conversación entre Jesús y Marta: “Tenía ella (Marta) una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía. Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude! Marta, Marta, le contestó Jesús, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará” (Lucas 10.39-42, NVI).

Aquí no se nos dice si Marta entendió la respuesta de Jesús, pero esperemos que nosotros sí entendamos esta lección espiritual, tan indispensable en nuestra ajetreada vida cotidiana.

¿Cuál era la buena parte que María había escogido? ¿Por qué esa buena parte que María había escogido siempre sería suya? En un mundo como el nuestro, lleno de distracciones, el relato sobre María y Marta puede ayudarnos a poner nuestra vida en orden.

Un segundo hogar

Por lo que leemos en los evangelios, nos damos cuenta de que Jesús se sentía a gusto en la casa de Lázaro y sus hermanas, María y Marta. No sólo se conocían; los cuatro eran amigos íntimos.

Jesús manifestó profundo respeto y amor hacia María y Marta cuando, anteriormente, había venido a resucitar a Lázaro (Juan 11.3, 20-39). Ellas hablaron con él como si fuera parte de su familia inmediata. Jesús estaba tan conmovido por la angustia que estaban sufriendo por haber perdido a su hermano que hasta lloró (v. 35).

Es evidente que Jesús se sentía en confianza con María, Marta y Lázaro. Él quizá consideraba la casa de ellos en Betania como un segundo hogar. Pero, aunque Jesús sentía gran simpatía por los tres, las personalidades y puntos de vista de ellos eran diferentes.

El punto de vista de Marta

Por lo general, nosotros sabemos cómo piensan y actúan nuestros familiares y amigos. Jesús entendía las diferencias entre estos tres amigos suyos y se sentía con la confianza suficiente para darles consejos personales.

La perspectiva que Marta tenía de la vida era bastante diferente de la de María. Probablemente Marta era de mayor edad y quizá esto influía en su personalidad y su punto de vista. Las palabras y hechos de Marta la muestran como una mujer práctica y eficiente. No hay nada de malo en ser prácticos y eficientes si esto no interfiere con las cosas más importantes de la vida; pero de ser así, puede convertirse en un problema. Por medio de la Biblia, Dios nos ha dado ejemplos importantes (1ª Corintios 10.11), así es que podemos aprender de este relato de María y Marta.

Tal parece que Marta era la de mayor experiencia y la más hospitalaria de las dos: “Mientras iba de camino con sus discípulos, Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa” (Lucas 10.38, NVI).

La perspectiva de María

“Tenía ella (Marta) una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía” (v. 39, NVI). Si sólo leyéramos este versículo, podríamos suponer que María estaba siendo un poco perezosa al no ayudar a su hospitalaria hermana en el trabajo de atender y servir a sus visitas. ¿Quién de las dos era más hospitalaria, más servicial? ¿Quién estaba más preocupada por servir al Señor, María o Marta?

Quizá María era tímida. Pero tengamos en cuenta lo que dijo Jesús con respecto a lo que hizo María: “Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude! Marta, Marta, le contestó Jesús, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero sólo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará” (Lucas 10.40-42, NVI).

Para entender mejor el comportamiento de María, leamos lo que uno de los invitados escribió acerca de la misma visita: “Seis días antes de la Pascua llegó Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien Jesús había resucitado. Allí se dio una cena en honor de Jesús. Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban a la mesa con él. María tomó entonces como medio litro de nardo puro, que era un perfume muy caro, y lo derramó sobre los pies de Jesús, secándoselos luego con sus cabellos. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume” (Juan 12.1-3, NVI).

El apóstol Juan hace resaltar que María era tan humilde, y estaba tan dedicada a Jesús y convencida de sus enseñanzas, que ningún gasto o acto personal le parecía demasiado grande u oneroso con tal de que ella pudiera honrar a su Salvador. Esta clase de actitud, de perspectiva, es la que Dios desea ver en todos sus siervos. Jesús tenía en alta estima la disposición de María.

Podemos aprender mucho del contraste entre la sumisión y veneración de María, y el comportamiento de Marta. Ésta tenía tanta confianza con Jesús que abiertamente le hizo saber su frustración, al decirle: “… Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola sirviendo?”. El hecho de que Marta le hiciera esa pregunta a Jesús es prueba de que entre ellos había una relación muy amistosa y de mucha franqueza. Marta no le sugirió a Jesús que le pidiera a María que le ayudara a servir; sencillamente le dijo: “¡Dile que me ayude!”. Para Marta era muy importante la responsabilidad de servirles la comida a sus huéspedes; para ella, eso era sin duda lo que más apremiaba en esos momentos.

La respuesta de Jesús también fue franca pero afectuosa: “Marta, Marta… estás inquieta y preocupada por muchas cosas…” (v. 41, NVI). Marta estaba preocupada por algo que para ella era muy importante: preparar y servir la comida para Jesús y sus discípulos. Pero, ¿cuán importante era esto en comparación con otras cosas?

Las decisiones en la vida

Jesús prosiguió: “… pero sólo una es necesaria, María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará” (v. 42, NVI). Jesús le hizo notar que María había hecho una elección sensata. Ella eligió escuchar a Jesús en vez de ocuparse en los preparativos de la comida. Esto quizá les parezca raro a quienes, como Marta, piensen que la preparación de la comida era más importante que la conversación. Pero, ¿no dependía eso de quién era el invitado? A los ojos de Marta, la necesidad más apremiante era preparar la comida para Jesús y sus discípulos. María veía las cosas de manera diferente. Ella decidió aprovechar la oportunidad para escuchar a su Salvador y aprender más de su sabiduría.

Todos tenemos que tomar decisiones, pues son parte de la vida. Dios, por medio de Moisés, dijo: “Hoy pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ti, de que te he dado a elegir entre la vida y la muerte, entre la bendición y la maldición. Elige, pues, la vida, para que vivan tú y tus descendientes” (Deuteronomio 30.19, NVI). Las decisiones que tomamos, continuamente tienen un efecto sobre nuestra vida y el resultado final de esta vida lo determinan precisamente esas decisiones que tomamos día a día. Jesús dijo que María había escogido la “buena parte”.

Nosotros también necesitamos la buena parte

Nosotros tenemos que decidir si hemos de buscar la buena parte. Jesús nos dice que lo más importante en nuestra vida debe ser buscar “… primeramente el reino de Dios y su justicia…” (Mateo 6.33, NVI).

También nos indica cómo hacerlo: “… no sólo de pan vive el hombre…” (Lucas 4.4, compárese con Deuteronomio 8.3). En otra parte agrega: “Las palabras que les he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6.63, NVI). María, Marta, Lázaro y los discípulos tenían frente a ellos la Palabra de Dios en la persona de Jesús (Juan 1.14-15). Se puede ver que María entendía que lo que más necesitaba en su vida eran las palabras de Jesús. Él mismo confirmó esto al recodarle a Marta que ella se preocupaba demasiado por muchas necesidades secundarias, pero que la necesidad más grande era la que María había reconocido: las palabras de vida eterna.

En la epístola a los Hebreos se nos habla acerca de la importancia de escuchar y hacer caso a las palabras de vida. “Por eso es necesario que prestemos más atención a lo que hemos oído, no sea que perdamos el rumbo. Porque si el mensaje anunciado por los ángeles tuvo validez, y toda transgresión y desobediencia recibió su justo castigo, ¿cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor, y los que la oyeron nos la confirmaron” (Hebreos 2.1-3, NVI).

La buena parte es para siempre

¿Qué quiso decir Jesús cuando mencionó “la buena parte, la cual no le será quitada”? (v. 42). Uno de los apóstoles contesta esta pregunta: “Porque nada de lo que hay en el mundo, los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida, proviene del Padre sino del mundo. El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1ª Juan 2.16-17, NVI; comparar con 2ª Pedro 3.10-12).

La verdad y las leyes de Dios permanecerán para siempre. Un día, nuestros cuerpos mortales serán transformados en cuerpos espirituales. El conocimiento espiritual que acumulemos en esta vida será nuestro para siempre, nunca nos podrá ser quitado. Pero no debemos permitir que las necesidades y deberes físicos ocupen el primer lugar en nuestra vida.

Al igual que María, nosotros necesitamos fe y paciencia a fin de que en este mundo lleno de trampas de frivolidad, así como de vacíos y efímeros placeres sensuales, el cual va hacia la destrucción, siempre podamos tener la buena parte: “¡En esto consiste la perseverancia de los santos, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles a Jesús!” (Apocalipsis 14.12, NVI).

María y Marta eran buenas amigas de Jesús. Marta se mantuvo ocupada proporcionándoles a sus invitados las cosas que harían su visita más placentera. Desde luego, Marta pudo haber sido ensalzada por su esmero en atender a las necesidades físicas de sus invitados.

Pero Jesús elogió a María. De hecho, Jesús, en cierta manera, hizo notar que Marta se mantenía ocupada más bien con las formalidades. Elogió a María por haber escogido la buena parte: las palabras de verdad y fe de su Salvador, las cuales nunca le serán quitadas.

Nosotros debemos seguir el ejemplo de María y desear las verdad de Dios por sobre todas las cosas.

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